El mundo de hoy

Como habitualmente suele ser en las tardes de verano me ha vuelto a ocurrir; “zapeando”, en el sopor de sobremesa, me he encontrado con una película (en este caso de Disney) “El mundo del mañana” y también, como en otras ocasiones, he creído ver algo aplicable al momento actual.

La película parece una locura e invita al cambio de canal o a dedicarse a otra cosa pero, en este caso, mantuve un momento la sintonía para ver si entendía de qué iba y tuve la suerte de que estaba en el momento “útil” en el que se podía extraer mensaje. El argumento y desarrollo (difíciles de entender por cierto) se mueve en el tiempo (hacia adelante y atrás) con dos personajes principales; ambos conocen la futura destrucción del mundo y mientras uno lo aprovecha para crearse un mundo paralelo en el que él pueda sobrevivir y aprovecharse, el otro intenta pelear por la salvación. En lo que yo vi el primero justificaba su postura en que las personas, aun sabiendo que su actitud las pueda llevar al desastre, optan por la comodidad y lo fácil; el segundo se dedica a buscar “soñadores” que luchen y puedan revertir la situación.

Ese optar por la comodidad, en cualquier situación, por cualquier motivo y sin evaluar las consecuencias, no muestra actitudes del mañana sino del hoy más claro que nos podamos imaginar; nada más hay que salir a la calle y observar un poco para encontrar un número importante de personas, andando o en vehículo, actuando como si no conocieran lo que es el civismo (igual no lo conocen) por comodidad y si le pones de manifiesto su forma de actuar te responden que tienen sus derechos obviando olímpicamente los de los demás. Son agresivos en sus reacciones y de difícil convivencia si las cosas no discurren por los caminos que ellos desean.

En contraposición te puedes encontrar con los que se pueden calificar de “soñadores”; personas respetuosas, cívicas y educadas, siempre dispuestas a disculparse cuando cometen un error y a evitar todo lo que signifique un enfrentamiento. Son coherentes y su forma de actuar coincide habitualmente con la ética; siempre ayudan y ante cualquier toma de decisión piensan qué consecuencias desagradables pueden tener para los demás y así evitarlas.

Si, como hemos visto, nos encontramos con esta situación en el día a día de la sociedad la podemos comparar con una competición deportiva en la que se necesita un árbitro; en este caso, dicho árbitro, debería ser la Administración, encargada de aplicar los mecanismos adecuados para garantizar una convivencia fluida y respetuosa entre todos pero, ¿de verdad ejerce esta función?. Mi sensación es que no; no sólo en la convivencia diaria si no, en lo que creo es más importante, en la educación para que en el futuro las nuevas generaciones puedan prescindir del factor punitivo en casi su totalidad porque la mayoría de las personas se habrán convertido en “soñadores”.

A VER SI CONSEGUIMOS QUE “ESTE MUNDO” SE PAREZCA MÁS AL ÚLTIMO DESCRITO QUE AL QUE SUFRIMOS EN LA ACTUALIDAD.

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