Respeto y feminismo

En un periódico, de tirada nacional, aparece el día 23/09/13 una noticia en la que relata una parte de los sermones de un Imán de Ceuta sobre las recomendaciones que hace a las mujeres en situaciones de maltrato físico por parte del marido. Dice, el citado Imán, que en esas situaciones la mujer no debe recurrir a la policía porque pueden detener al marido y eso es injusto por excesivo y Dios dice que el castigo no debe ser injusto, que deben acudir a ellos (los Imanes) para que medien en el conflicto.

Desgraciadamente este tipo de barbaridades no son patrimonio del mundo islámico, habitan en todo el mundo y en nuestra sociedad mantiene un índice de incidencia que no disminuye con el paso de los años a pesar de los múltiples “intentos” institucionales para erradicarlas.

Todo esto me ha llevado a contaros una historia REAL sobre respeto y feminismo del auténtico:

Erase una vez en un pueblo de la Castilla profunda, aislada de la evolución y rural del 1º tercio del siglo pasado:

Allí vivía una familia, holgada económicamente, con tres hijas. La más pequeña de las tres tenía a la sazón 13 años y era intelectualmente espabilada por lo que el maestro se dirigió al padre para ponérselo de manifiesto y recomendarle que la llevara a estudiar, al menos, magisterio. La respuesta del padre fue, tajante, de que la mujer su sitio lo tenía en la cocina.

La reacción de aquella niña fue hacerse la promesa de que nunca a un hijo suyo le pasaría eso y planificó toda su vida en base a esa idea. Se casó, en contra de los deseos de sus padres, con un hombre de menor capacidad económica pero con un alto concepto del respeto lo que le hizo asumir su proyecto. Tuvieron un solo hijo (aquí tenemos la laguna de si fue casual o hubo planificación familiar; yo me inclino por la última) y, cuando llegó a los 10-11 años, emigraron a la ciudad para poder desarrollar la 2ª parte de su plan. Como podéis suponer la historia tuvo final feliz, y los 2 murieron, con 4 meses de diferencia, después de 57 maravillosos, trabajados y felices años juntos.

Posiblemente muchos ya habéis adivinado quienes son los protagonistas de la historia: MIS PADRES y era un disfrute verlos, poco tiempo antes de morir, cogidos de la mano cuando salían a la calle.

Ahora entenderéis que piense (y de donde procede este pensamiento) que la violencia degrada a la persona, y si es de hombre contra mujer, aprovechándose de la mayor fuerza física, del miedo y de la permisividad social ya no me atrevería a cuantificar esa degradación.

También creo que la eliminación de esa lacra  sólo se puede conseguir en base a una educación, en respeto, desde la infancia en el ambiente familiar. Si el niño vive en el respeto eso le impregnará y a lo largo de toda su vida será respetuoso. Si no es así por mucho que se legisle y se intente en la escuela siempre prevalecerá el ejemplo familiar.

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