¿Cómo entendemos la Democracia?

Existe una publicación de 1897 que obtuvo el primer accésit en un concurso sobre Derecho Consuetudinario y Economía Popular, convocado por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas: COSTUMBRES COMUNALES DE ALISTE, escrito por Santiago Méndez Plaza.

Posiblemente haya muchos de los lectores que no conozcan la ubicación geográfica de Aliste y yo, que nací allí, voy a intentar situaroslo: está en el noroeste de la provincia de Zamora, teniendo frontera (que allí se llama “raya”) con Portugal, al este de Sanabria y al norte de Las Arribes del Duero (que también marcan frontera). Todo el territorio está a una altura media de 900-950 metros, con más monte que terreno cultivable y sin industria aun en nuestros días, lo que habla claramente de su situación económica.

La publicación habla de una forma de convivencia que, en aquel momento, ya estaba desapareciendo por lo que no es sospechosa de haber sido influenciado por Kant, Hegel y Marx y sin embargo se puede considerar como la forma más perfecta de comunismo que yo conozco, LAS COSTUMBRES COMUNALES que ponen por delante el bien de la colectividad frente al del individuo. Entre estas costumbres comunales destacan “Las Rozadas”, “La Recría de ganado”, “Las rondas”, “Los Hilandares”, etc.

Todo esto viene a cuento por el griterío que se está escuchando derivado del debate presupuestario y en lo que se está apreciando que la filosofía de esas costumbres comunales de las que hemos hablado ha desaparecido totalmente y cada uno va a lo que a él le interesa y el bienestar de la colectividad les “importa un rábano”; si a esto añadimos la falta de ética y la incoherencia entre lo que piensan y lo que manifiestan y que ambas están presentes en todas sus actuaciones, entenderéis perfectamente el por qué del título.  

Uno de los temas más conflictivos que se están utilizando como arma arrojadiza contra el actual Gobierno es el de los rescoldos del terrorismo etarra (yo más bien ya diría cenizas), ya sea desde el comienzo de la eliminación de la dispersión o desde el apoyo de Bildu a los presupuestos del Estado. 

En cuanto al primer tema, mi sentimiento de vasco, a pesar de no haber nacido en Euskadi, es indiscutible y eso en, ningún momento, me ha llevado a posiciones dudosas; he vivido la aparición de ETA a través del conocimiento de algunos de sus fundadores (compañeros míos de colegio), han muerto personas próximas a mí (yo mismo en dos ocasiones estuve muy próximo a tener el mismo fin) y me duele en el alma el dolor y el sufrimiento de todas las víctimas (sean directas, familiares o amigos) y siempre estaré a su lado pero, que yo sepa, dentro de las condenas judiciales está, al igual que en las de cualquier otro preso, el que permanezcan en prisión un número determinado de años y en ningún momento, pienso, se establece el alejamiento sistemático del domicilio de sus familiares con lo que significa de castigo para ellos. Vivimos en una democracia y si, en 1989, Felipe González (por cierto perteneciente al partido gobernante en la actualidad) por el bien de la lucha contra esa lacra decidió implantarla yo creo que en 2020, 10 años después del cese de la violencia y 2,5 años después de la desaparición de la organización terrorista, perfectamente puede ser el momento para que esta sociedad (sin saltarse ninguna ley) se comporte humanamente y empiece a curarse del rencor que, durante tantos años, lleva arraigado en lo más profundo. El que este tema se utilice, a estas alturas, para intentar dañar al partido gobernante, sea del signo que sea, me parece auténticamente vomitivo.

En cuanto al segundo tema me gustaría, una vez más, que se recordara que vivimos en una democracia (más o menos perfecta) y que Bildu forma parte de las organizaciones políticas legales (como el resto de los partidos) y que como tal tiene todo el derecho a participar en las decisiones políticas, en la medida de la importancia de su representación, siempre que respete la legalidad vigente. Su forma de pensar le es privativa y hay que respetarla mientras no atente contra la sociedad; el que no condene la trayectoria de ETA es muy similar a lo que hacen otras organizaciones políticas que califican de “buen gobierno” a la dictadura de Franco, sin condenar su violencia que supuso un número de muertes muy superior, y están gobernando en coalición, en varias comunidades, con quien hace esta crítica en el caso de Bildu y el PSOE. La crítica, desde mi punto de vista debe hacerse a partir de los resultados para el conjunto de la sociedad que supongan dichos acuerdos; en ningún caso, en democracia, se deben limitar los derechos de pensamiento de las personas o los grupos a no ser que, en la práctica, dañe al conjunto de la sociedad y para implantar esa limitación debe ser a través de los tribunales.

Así es como, después de muchos años de esfuerzos, he aprendido yo a entender la democracia y me parece una auténtica aberración que la manipulación de este concepto se utilice para intentar obtener rendimientos partidistas y personales al igual que también me lo parece el que haya un volumen importante de ciudadanos sin capacidad, o sin interés, de análisis crítico que se dejen manipular de una forma tan burda. ¿A qué se deberá todo esto? Éste puede ser un buen tema para otra reflexión posterior. 

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