El diálogo y el debate

En los últimos tiempos los programas televisivos en los que se reúnen personas para tratar algún tema han sufrido una gran evolución y ésta no ha sido precisamente para mejorar.

Hace ya bastantes años dichas reuniones eran de personas referentes en sus temas que siempre razonaban sus opiniones y se respetaban unos a otros mientras hablaban; en definitiva lo que realmente trataban era de exponer cada uno su visión razonada del tema y así aclararlo para los no conocedores y, por tanto, tenían un gran contenido educativo: eran las llamadas TERTULIAS y, en ellas, se daba por supuesto que nadie estaba en posesión de la verdad absoluta. Este tipo de programas se daba tanto en radio como en Tv. Yo era un asistente habitual en dichas tertulias, tanto de radio como , algunas veces, de Tv; aún recuerdo con añoranza una de ellas, con el presentador de la emisora y Alberto Ansola (antiguo Diputado Foral y miembro del PNV), los martes a las quince horas, en la que, partiendo de la noticia menos importante del periódico, nos pasábamos una hora intercambiando opiniones sobre la actualidad de la semana, sin un mal gesto ni una interrupción a pesar de que ideológicamente coincidíamos en pocas cosas (a parte de la sensatez). Las continuo echando de menos a pesar del tiempo pasado.

Con el paso del tiempo, poco a poco, este tipo de programas, en los que primaba el respeto y las opiniones razonadas, fue desapareciendo y los sustituyeron los llamados debates en los que los invitados forman dos grupos radicalmente opuestos ideológicamente, ya sean periodistas o políticos, y de lo que se trata a lo largo de todo su tiempo es de interrumpir lo máximo posible al contrario, para evitar la posibilidad del razonamiento, e intentar ridiculizarlo; no se trata de aportar buenas ideas si no de evitar que el contrario pueda hacerlo y a lo único que aspiran es a crear morbo para que la audiencia de la cadena aumente lo más posible.

En los últimos tiempos el modelo en el que los invitados están sentados en sillas en un espacio limpio (sin mesa alguna) prácticamente ha desaparecido y ha dado un paso más con una imagen que recuerda a las noticias: un-a presentador-a en medio y varias personas a ambos lados a los que les traslada preguntas, uno a uno, sobre los temas de actualidad que están trasmitiendo sin que el resto, prácticamente, pueda hacer objeción alguna.

Todo esto ha llevado estos tipos de formato a ser utilizados por los partidos para su propaganda y quien no se adapta a sus deseos utilizan su capacidad de influencia para evitar que pueda continuar asistiendo, como me ocurrió a mí hace un tiempo: un miembro del comité ejecutivo, en Vitoria, de un partido de ámbito nacional me preguntó a ver si me apetecía asistir a una tertulia en una emisora de radio porque les estaban repartiendo leña, a lo que yo contesté que si y asistí a dos o tres programas dentro de la normalidad; cuando me lo volví a encontrar me dijo que si necesitaba información se la pidiera a la secretaria del grupo parlamentario y que, al mismo tiempo, me diera los argumentarios del partido, a lo que yo contesté que los razonamientos los hago yo y no necesito que me los den hechos. NO ME VOLVIERON A LLAMAR PARA LA TERTULIA. 

Como pueden ver la evolución nos está llevando hacia la manipulación, ayudado por una educación en la que no enseñan, a las nuevas generaciones a ser críticos, razonar y preguntar. Seguro que un porcentaje importante de la generación de la transición echa de menos programas como “La Clave” de José Luis Balbín, retirada de antena (en tiempos de Felipe González) precisamente por resultar incómoda después de unos diez años de emisión semanal.   

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