Las barbaridades

Siempre he reconocido ser aficionado al fútbol (incluso, como ya sabréis, he sido vicepresidente del Deportivo Alavés y he practicado el fútbol sala) me encanta verlo y a pesar de ello no piso las gradas de un campo desde hace casi 15 años, me limito a verlo por TV cuando el partido vale la pena. Que nadie se equivoque pensando que arremeto contra el fútbol pues sigo queriéndolo como deporte; lo que no puedo soportar, derivado de ese cariño, es el mercantilismo que prima en la actualidad por encima del deporte en sí.

A lo largo de los años he defendido que los referentes del deporte, en todas sus especialidades, dada su capacidad de influencia sobre los más jóvenes, tienen la responsabilidad de, además de ser buenos en su práctica, dar ejemplo con un comportamiento ético en la vida normal del día a día.

Todo esto viene a cuento, además de por la deriva esperpéntica por la que discurre el fútbol profesional, por el espectáculo que se ha montado a nivel mundial por la muerte de Maradona. Sin discutir su nivel futbolístico, como no se puede hacer con el de otros muchos, creo que las manifestaciones a las que hemos asistido, en todo el mundo, a lo largo de los últimos días se pueden calificar, cuando menos, como bochornosas.

Tengo un amigo, futbolista profesional de un nivel más bien alto (ya jubilado) que hace mucho tiempo que no estoy con él y siempre me ha dicho que el futbol es un deporte de “pillos”, que hay que ser capaz de aprovecharse de las situaciones que nos puedan beneficiar aunque rocen, por un lado o el otro, la legalidad del juego. Maradona, jugando, ha sido uno de esos “pillos” además de disponer de una técnica fuera de toda duda; desde mi punto de vista era el jugador que marcaba la diferencia en un buen equipo pero que necesitaba eso “un buen equipo” y esa era su virtud profesional. Por otro lado lo que realmente marca la importancia de un jugador en el mundo del fútbol es el nº y la importancia de los títulos conseguidos por los equipos en los que ha militado.

Si nos atenemos a méritos en el ámbito deportivo, en base al nº de títulos, podemos poner a su altura o manifiestamente por encima a media docena de jugadores anteriores a él y más de una docena de su tiempo o posteriores. Si nos atenemos a su faceta oscura (drogadicto, maltratador, violador, abandono de hijos etc) no hay duda alguna que, en el mundo del fútbol, nadie le ha superado y ha sido el nº 1.

¿Qué ha ocurrido entonces para que un personaje de estas características haya sido considerado en vida como un ser excepcional (existiendo incluso una llamada iglesia Maradoniana) y a su muerte haya habido una conmoción mundial en la que periódicos de información general le han dedicado 14 páginas a él el día de su muerte? ¿Qué le ocurre a esta sociedad en la que vivimos para que en un mundo como el fútbol, que no le aporta más que entretenimiento, se dedique a enriquecer a minorías a costa de mayorías con problemas y además magnifique a personajes, con una vida tan rastrera, como éste? ¿Nadie ha pensado en la repercusión que este magnificar una actitud vital nefasta puede tener sobre las generaciones de jóvenes para los que ha sido convertido en un ídolo? ¿No tendrá mucho que ver con que los detentores del poder (económico y político) se encargan de mantener a la sociedad drogada con actitudes de este tipo para que nadie se fije en la corrupción en la que viven ellos?

Ya sé que un porcentaje importante de los potenciales lectores, por distintos motivos, no estáis de acuerdo con mi forma de verlo, y lo respeto; también sé que otro porcentaje, aunque esté de acuerdo, va a pensar que el decirlo no sirve de nada y que lo único que se puede conseguir con ello es ganarse enemistades, pero no olvidéis nunca que si todos nos calláramos la sociedad no evolucionará nunca y al final nos encontraremos aún peor que la época de las cavernas. 

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