Terrorismo

Seguro que os habéis equivocado. Seguro que habéis pensado que hoy íbamos a tratar alguno de los terrorismos comúnmente aceptados como tales (ETA, Islámico, terrorismo de estado, etc.) y nada más lejos de la realidad. Los que me conocéis ya habréis adivinado que se trata de otro tipo de terrorismo, al que no se le define como tal.

Si recurrimos al diccionario, entre las acepciones del término «terrorismo», nos encontramos:

– Sucesión de actos de VIOLENCIA ejecutados para infundir terror, miedo o pánico.

Buscando la palabra VIOLENCIA, aparece:

– Acción violenta o contra el natural modo de proceder.

Si sustituimos «violencia» por su acepción, nos quedaría: TERRORIMO como “Sucesión de actos contra el natural modo de proceder ejecutados para infundir terror, miedo o pánico”.

Nuestra sociedad, y aquí me refiero a todo tipo de agrupación humana sobre la Tierra, ha llegado a un punto de egoísmo y maldad tal que lo único que le importa, a un gran nº de sus miembros, es el dinero e incluso, yendo más allá, el poder para dominar al resto, generando en ellos temor, miedo e incluso pánico y terror; para conseguir esto son capaces de llevar al resto de los miembros de la sociedad a situaciones límite que le afecten personalmente o a personas próximas y esto lo consiguen mediante violencia física, económica o psicológica. Si a estas formas de actuación no se les puede llamar terrorismo, ya me diréis a qué.

Hoy vamos a hablar de lo que, en estos momentos, se está practicando con todo descaro y, si me lo aceptáis, violencia, la utilización de la economía como herramienta para llevar a los ciudadanos a situaciones límites que, en algunos casos, les conduce a decisiones irreversibles. En los años anteriores a la crisis tanto el poder político como el económico fomentaron hasta límites insospechados la frivolidad del gasto por el gasto, generando un endeudamiento en la sociedad que sólo era sostenible a expensas de una huida hacia delante y que, antes o después, siempre termina explotando en los “morros” del más débil. En ese momento, el amigo que te lo había puesto todo de color de rosa, que te había dicho que sus consejos eran la verdad absoluta, de repente cambia el discurso y te reclama todo aquello que antes vendía como que nunca sucedería y, casualidad, mientras antes la capacidad de ingresos familiares te podía permitir, con dificultades, cumplir con los compromisos adquiridos, ahora, con la nueva situación económica y la disminución de los ingresos, eso es imposible, así que te desahucian de la vivienda que llevabas pagando durante años y continuas con deuda y en la calle. Además, si consigues sobrevivir a esta agresión llegan las suministradoras de energía y, con la aquiescencia de la administración, disparan los precios a límites insospechados y, aun así, te estampan en la cara el famoso déficit tarifario (26.000 millones de €) que no hay quien entienda de donde sale si su cuenta de resultados presenta unos beneficios anuales de miles de millones de €.

Todo esto ocurre mientras los que deberían actuar como protectores de la sociedad (los que cada 4 años elegimos para que gestionen) se ponen de perfil para que las balas no les alcancen y nos dicen que la crisis ya ha pasado y cada vez se lo ponen más difícil al ciudadano de a pié y más fácil al poderoso que no duda en ejercer impunemente su poder. Todas estas prácticas pueden ser perfectamente calificadas de una forma nueva de terrorismo mucho más sutil y nefasto para la sociedad por sus consecuencias y el volumen de gente al que afecta; pero además, en este caso se vende como algo legítimo y en ningún caso perseguible por lo que quedan en la más absoluta impunidad y, si durante el ejercicio de ese abuso, algo les sale mal no hay problema porque la misma sociedad a la que aterrorizan es obligada a salir al rescate.

Llevamos oyendo durante mucho tiempo, desde los medios gubernamentales, que ya estamos fuera de la crisis, que estamos creciendo entre el 2,5 y el 3,5 % y que creamos medio millón de puestos de trabajo al año; pero los ingresos medios de las familias se han reducido, desde 2008, alrededor de un 30% y, si no siguen bajando, por lo menos continúan sin subir. En este tiempo los beneficios de las grandes empresas (bancos y empresas suministradoras de energía) ya han superado o están muy próximas a hacerlo los resultados de 2007 (anteriores a la crisis); desde esta perspectiva podemos entender las manifestaciones de que “la crisis ya ha pasado” puesto que como no dicen para quien se da por supuesto que se refieren a los poderosos.

En ningún momento, a lo largo de estos dolorosos años, he oído manifestaciones del poder en el sentido de que somos una comunidad solidaria, que cuando las cosas van bien (vacas gordas) toda la comunidad (TODA) debe salir beneficiada y, cuando llegan los momentos difíciles (vacas flacas) TODOS tenemos que sacrificarnos y tirar del carro; lo que realmente estamos viendo es que el sacrificado es siempre el ciudadano de a pie que no tiene capacidad de defensa y los poderosos nunca renuncian a sus ingentes beneficios y, lo que es peor, las personas elegidas por los ciudadanos para que esa comunidad solidaria sea una realidad no mueven ni un dedo para conseguirlo.

A mi me gustaría ver como el poder político “pone los puntos sobre las íes” y es capaz de llegar a puntos de encuentro (si es necesario con presiones legítimas y legales sobre los poderosos) que permitan a los más desfavorecidos ser capaces de percibir, de verdad, eso que desde el Gobierno no paran de proclamar y que para ellos, hasta ahora, es una utopía : YA ESTAMOS SALIENDO DE LA CRISIS.

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