De la política y los políticos

Tengo un amigo, compañero de profesión, cuyo libro de cabecera es el DICCIONARIO y aconseja acudir a él puesto que nos aclarará dudas y aprenderemos muchas cosas; como le respeto mucho, he seguido su consejo muchas veces a plena satisfacción.

Cuando me he planteado el tema de este comentario también he recurrido a dicho procedimiento y, entre las varias acepciones, todas en la misma línea, define a la política como el conjunto de actividades con que se gobierna un estado y de procedimientos gubernativos con que se tiende a alcanzar unos determinados fines, pero en ningún momento especifica nada sobre cuáles pueden ser dichos fines. Deja al libre albedrío de cada uno el que el fin pueda ser o no ETICO, pueda ser beneficioso o perjudicial para el conjunto de la sociedad o, también, pueda ser utilizado en favor de alguien perjudicando a los demás. Para que la definición esté completa, tal como yo la entiendo, habría que sustituir la parte “a alcanzar unos determinados fines” por “a alcanzar el bienestar de los ciudadanos” y entonces estaríamos hablando de POLITICA con mayúsculas.

A pesar de que mucha gente piensa que “las comparaciones siempre son odiosas” y de que no creo que «lo pasado siempre ha sido mejor» no puedo evitar hacer una evaluación de los años 80 y la actualidad en este tema. Los que en aquellos “lejanos” tiempos, recién desaparecida la dictadura, decidimos incorporarnos a la arena política lo hicimos abrazando algo que nos resultaba nuevo, lejano, ilusionante, creyendo en las maravillas de la democracia e intentando aportar lo máximo posible para conseguir una sociedad equitativa y justa y sin pensar en los beneficios individuales. Prácticamente todos teníamos nuestra vida económicamente estable por lo que las discrepancias con la cúpula de los partidos no llevaban aparejado el desamparo económico de quedarte sin ingresos. La situación, en el momento actual, ha variado notablemente; es muy difícil encontrar, en cualquier partido, un solo miembro de los cuadros directivos de menos de 45-50 a. que haya tenido, previamente, una actividad profesional distinta a la política (prácticamente todos proceden de las juventudes que hacen méritos desde los 16-18 a.). En definitiva son políticos profesionales y su puesto de trabajo está condicionado a que les mantengan su confianza los que mandan en el partido y estos les apoyarán si no discrepan de sus planteamientos (independientemente de su cualificación), situación que se va a producir generación tras generación.

A esto hay que añadir el que, en la parte final de su actividad, necesitan el apoyo de la cúpula del partido para poder acceder a puestos, de designación política, en los consejos de administración de grandes empresas y organismos públicos por los cuales cobran cantidades que podemos considerar escandalosas, sobre todo en una situación como la que vivimos. En definitiva nos encontramos con una endogamia en la que «yo te apoyo, si tú me apoyas luego a mí», independientemente de lo que esto signifique para el conjunto de la sociedad.

Yo entiendo la lucha por llegar al poder pero siempre para intentar plasmar, desde la ética, tus ideas y conseguir una sociedad más justa y solidaria sin condicionamientos económicos personales.

Creo que los políticos y las clases dirigentes son dignos hijos de la sociedad de la que proceden pero también creo que la evolución de todos estos años ha sido nefasta y esto lo ponen de manifiesto, una tras otra, las encuestas de preocupación de los españoles que colocan entre los 4 primeros lugares a la corrupción (habitualmente derivada de la política) y a los políticos.

Otro día hablaremos de la corrupción y reflexionaremos sobre que podemos hacer (si es que podemos hacer algo) para erradicarla. Solo me queda pediros que nunca caigáis en ella y así podréis disfrutar del agradecimiento de vuestros conciudadanos.

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