Alberto Garzón

Alberto Garzón, hasta ahora, siempre me ha resultado una persona de las que pasan desapercibidas, sin llamar la atención con sus formas de actuar, haciéndolo extensivo a su período de ministro.

Cuando llegó al Ministerio parecía que iba a cambiar este comportamiento con la redacción inmediata de un proyecto de ley sobre la publicidad del juego, pero rápidamente, quizás por las presiones de las empresas que controlan ese sector, la esperanza del cambio se diluyó y nunca más se ha hablado de ello; la publicidad de las apuestas deportivas se continua viendo en los descansos de los partidos de futbol, incluso cuando se juegan a las 16 h y los niños están delante del televisor y nadie se ha atrevido a abrir la boca para reclamar la aprobación de la citada ley.

Hace un par de meses nos volvió a sorprender con unas declaraciones a un periódico inglés (es posible que pensara, que haciéndolas fuera de España, no iban a tener repercusión) sobre la forma de explotación ganadera, con los animales hacinados sin prácticamente poder moverse, en las llamadas macrogranjas; en ellas indicaba que el producto final obtenido, la carne, no es de la calidad que se requiere para una alimentación humana óptima.

Para su sorpresa, me imagino, al día siguiente se inició una campaña en la que se manipularon sus palabras, se dijo que el término macrogranjas no existía, con grabaciones de declaraciones en ganaderías de extensión (con los animales libres en el campo) pero nunca en las naves de los animales estabulados de por vida y con afirmaciones de que estaba cargándose la ganadería española. El PP y Vox pidieron reiteradamente su dimisión o cese y sus propios compañeros de Gobierno también lo criticaron e incluso el presidente hizo el ridículo con unas declaraciones en las que incluyó la frase “Para mí donde esté un chuletón al punto no tiene competencia”.

El jolgorio continuó a lo largo de toda la campaña electoral de Castilla y León y sólo desapareció de los medios de comunicación cuando empezó la guerra interna del PP que llevó a Pablo Casado a desaparecer del mapa político español; posteriormente comenzó la guerra de Ucrania y nunca más se ha vuelto a oír absolutamente nada de este tema.

Como todos habréis captado aquí ha habido, al menos, dos tipos de interés; por un lado el intento de desgaste político y por otro los intereses económicos de las grandes sociedades que se mueven en el sector de ese tipo de explotaciones que siempre procuran haya el máximo silencio posible pero que, cuando alguien los menciona salen como auténticas víboras, ellos o sus “apesebraos” con capacidad de resonancia mediática. No olvidemos que sólo, en España, la alimentación mueve unos 130.000 millones de € y esas cifras, para nosotros mareantes, son tremendamente atractivas para los amigos de llenarse el bolsillo lo más rápido posible.

Por otro lado está la salubridad de esta alimentación y su efecto sobre la salud de los ciudadanos, pero éste será tema para otra entrada posterior. QUE TENGÁIS BUEN DÍA Y CUIDADO CON LO QUE COMÉIS.

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