La democracia y la solidaridad

En las últimas semanas, como consecuencia del desastre del coronavirus se puede ver y oír, en los medios de comunicación, multitud de comentarios y opiniones, más o menos acertados, con los que podamos estar o no de acuerdo, independientemente del respeto con el que hayan sido hechos y de lo beneficioso o perjudicial que puedan ser para la sociedad en su conjunto, derivado de la situación que se viva en ese momento. 

Hoy nos vamos a centrar en dos que me han llamado la atención y han despertado en mí las ganas de escribir y opinar sobre ellos.

El primero pertenece al Papa Francisco: el sábado 21, en el programa ”Lo de Évole”, Jordi le entrevistó “on line” para hablar de la pandemia, de sus opiniones del momento y de lo que le diría a la gente y la verdad es que me sorprendió con sus contestaciones; fue capaz de reconocer que, a lo largo de su vida, había tenido momentos con dudas de fe e, incluso, llegó a pronunciar la palabra solidaridad en lugar de la manida caridad cristiana. Mi primera impresión fue la percepción de un gran avance, en una de las instituciones universales más conservadoras, puesto que nunca había oído a la alta jerarquía de la Iglesia manifestarse de esa forma; con el reposo y la reflexión que da el tiempo mis expectativas se mantuvieron en el comentario de las dudas de fe y menguaron en el tema de la solidaridad quedando, en él, el “gran avance” reducido a un avance sin más. Con todo el respeto del mundo, similar al que siento por cualquiera de los mortales de este planeta, me gustaría trasladarle a Francisco unas reflexiones de lo que significan para mí esas dos palabras tan distintas, aunque muchos crean que son sinónimas, LA CARIDAD Y LA SOLIDARIDAD. 

Si nos dirigimos a un creyente del cristianismo y le preguntamos que significa para él la caridad tendremos muchas posibilidades de que nos conteste que es una de las virtudes teologales, pero habitualmente no va a profundizar más  o, como mucho, te va a decir que ayudar a un necesitado en un momento concreto es practicar la caridad cristiana, pero su concepto no va más allá; no se plantea el futuro de esa persona y como puede solucionárselo, simplemente busca  ayudarle en ese momento concreto y siempre desde la vertiente de su bondad y sus posibilidades superiores a las de él. Por supuesto que en ningún momento se le ocurre plantearse si él ha colaborado, con su actitud activa o pasiva, para que esa persona y muchas más estén en esa situación de necesidad; en definitiva está olvidando la definición de caridad (amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos) con la cual se aproximaría un poco más a la solidaridad.

La solidaridad lleva consigo un concepto nuevo; ser solidario es ser corresponsable del funcionamiento de la sociedad y de defender el derecho de todos sus miembros a tener una vida digna y la posibilidad de desarrollar, al máximo, todas sus posibilidades, aunque esté a mucha distancia física de ti y aunque eso signifique que tus ingresos económicos sean menores. Para mí ahí es donde se quedó corto Francisco, habló de solidaridad en este momento con respecto al coronavirus pero, para haber llegado a un gran avance tendría que haberla hecho extensiva a todos los países origen de la emigración (forzada por la esclavitud a la que la civilización occidental, a través de sus intermediarios, somete a sus habitantes) que llega a Europa de forma masiva todos los días. Reconozco que hacer eso, con la audiencia que puede generar, resulta incómodo y difícil pero creo que es lo mínimo que se debería pedir a una persona que se encuentra  al nivel de relevancia mundial en el que está él. 

El segundo comentario es de Pepa Fernández, en su programa de RNE1, y también se refiere al tema del coronavirus; se refiere a él diciendo que es democrático pues afecta a todos y no existen fronteras que lo paren. En primer lugar me gustaría decir que este virus no afecta igual a todos, castiga mucho más a los indefensos y esos no son precisamente los ricos; en segundo lugar me gustaría oír algo de crítica con la teórica igualdad  de oportunidades de desarrollarse de los ciudadanos en la democracia y de la falsa igualdad ante la ley (no olvidemos que el Rey es inviolable y que en este país hay unos 18.000 aforados para cualquier vulneración de la ley frente a un máximo de tres en los países europeos similares a nosotros).

Como podéis ver los comentarios que se hacen ante los medios de comunicación, en momentos como éste, pueden pasar desde los valiosos hasta los que se quedan cortos y, por fin, los que son totalmente falsos, posiblemente hechos para intentar demostrar una relevancia intelectual superior a la de los ciudadanos normales.

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