¿Hay alguna duda?

Desde hace mucho tiempo sigo, todas las mañanas, la publicación de las viñetas de EL ROTO en EL PAÍS y casi siempre consigue sorprenderme pero ésta de hoy ha sido el “no va más”.

Y, tal como dice mi muy querida esposa muchas veces cuando expreso mi opinión “sólo veo lo malo” aunque yo creo que eso deriva de mi profesión, en unos instantes pasó por mi mente una, por desgracia, larga lista de personas que practican la filantropía para con la sociedad, siendo prácticamente elevados a los altares por la misma, pero que previamente le han chupado la mayoría de su sangre, eso si dejándole la suficiente para que sobrevivan y poder seguir haciéndolo indefinidamente, como los vampiros en las películas.

Esta costumbre ha sido habitual a lo largo de toda la historia de la humanidad; ya Plutarco, hace 2000 a., lo ponía de manifiesto en su escrito titulado “ Sobre el amor por la riqueza” comparándolo con el hambre, la sed y el deseo sexual que llega un momento que desaparecen, pero en el caso de la riqueza su deseo nunca tiene fin y esto lleva a las personas al estadio más denigrante que nos podamos imaginar, aunque ellos se consideren de lo mejor y para que los demás  lo asuman como tal reparten una parte ínfima de sus espolios en forma de limosnas. Bajo ningún concepto y en ningún momento se les ocurre pensar en algo llamado “JUSTICIA SOCIAL”.

Si nos encontramos dentro de una conversación, no ya con estos grandes vampiros sino con gente normal, de iniciativa, propietarios de pequeñas empresas, su concepto  es que ellos crean puestos de trabajo y que los trabajadores prácticamente les deben la vida; en ningún momento se les ocurre pensar que una empresa, para sobrevivir, necesita tanto del empresario como de los trabajadores y que si falta cualquiera de los dos la empresa desaparece; este concepto les lleva automáticamente a justificar beneficios ingentes aunque sea a costa de salarios mínimos, la mayoría de las veces insuficientes para que una gran parte de la sociedad pueda tener una vida digna.

Todo esto lleva, automáticamente, al control de la sociedad por esta clase enriquecida y conduce a las clases inferiores a una pobreza económica que les impide, en la infancia, adquirir una formación académica adecuada para poder salir del pozo; lo que se llama pobreza infantil. En definitiva que cada vez nos encontramos más cerca de cómo vivían en la Edad Media aunque no seamos conscientes de ello y, a veces, hasta nos parezca que vivimos en el “país de Jauja”.

Podríamos seguir sacando conclusiones y poniendo ejemplos concretos pero creo que es más positivo dejar una parte para escritos futuros y no cansar a nadie. Eso si, antes de terminar, me gustaría recordar lo que ya he dicho otras veces; AUNQUE LA UTOPIA ES IMPOSIBLE DE ALCANZAR HAY QUE LUCHAR PARA INTENTAR CONSEGUIRLA PORQUE ES LA ÚNICA FORMA DE EVOLUCIONAR. ¡¡¡ÁNIMO Y A POR ELLO!!!

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