La caridad, la solidaridad y la justicia social

Posiblemente una parte de los que os sentéis delante del ordenador para leer estas líneas penséis, al ver el título, que son conceptos sinónimos; sin embargo yo creo que son manifiestamente distintos, aunque en momentos concretos y a personas concretas les puedan solucionar un problema puntual cualquiera de ellas.

Vamos a ver si soy capaz de explicar con claridad como lo entiendo yo:

LA CARIDAD, que casi siempre la hemos acompañado, en nuestro entorno, de la palabra cristiana, aunque yo creo que es indiferente, se puede entender como un acto de ayuda a una o unas personas y normalmente es practicada con un carácter paternal, vamos un poco por que te da pena y como tu eres muy generoso y puedes, le ayudas; habitualmente el pensamiento de que el necesitado tiene derecho (por la sola pertenencia a la sociedad) a esa ayuda ni se pasa por la imaginación: si utilizáramos la terminología política estaríamos hablando de un acto de derechas. Ese acto, en principio bueno, no implica que en los del resto de tu vida el comportamiento sea impecable; incluso puede ocurrir que esa persona o personas a las que has ayudado estén en esa situación por acciones anteriores tuyas.

LA SOLIDARIDAD, desde el enfoque que yo creo se le debe dar, va un gran paso más allá; no piensa en la individualidad como la caridad, si no en el colectivo y su enfoque parte de que todos los que formamos parte de una sociedad y participamos con nuestro esfuerzo en su funcionamiento y evolución tenemos el derecho de que, en momentos concretos de necesidad, el resto de los miembros nos eche una mano hasta que cesen las dificultades. Ser solidario es reconocer la necesidad de un convecino y ayudarle asumiendo que tiene derecho a reclamarlo por el mero echo de pertenecer a la sociedad; incluso voy más lejos, personas que perteneciendo a otras sociedades llegan a la nuestra como consecuencia de las injusticias y persecuciones (la mayoría de las veces consecuencia de nuestra rapiña) también tienen derecho a reclamar nuestra ayuda. Si utilizáramos la terminología política en este caso estaríamos hablando de un acto de izquierdas y aquí no hablaríamos de generosidad si no de derechos.

LA JUSTICIA SOCIAL, a la que, en los momentos actuales podemos calificar del culmen de la evolución puesto que sería la plasmación en leyes de todos esos derechos de los que hemos hablado en la solidaridad. El llevarlo a la práctica no es nada fácil puesto que la lucha por el dominio económico de los ricos y poderosos pone muchos palos en la rueda para evitar que los avances se produzcan; eso ha sido así a lo largo de toda la historia y ya hace 2000 años, en su obra “SOBRE EL AMOR POR LA RIQUEZA” lo decía Plutarco “la avaricia es el único vicio que lucha por no satisfacerse”. “Si vemos a una persona que come o bebe sin cesar llamamos a un médico por que pensamos que está enfermo pero si acumula y acumula dinero sin límite no hacemos lo mismo”. Esas son las personas que impiden, o al menos dificultan, la evolución que nos debería llevar hacia una justicia social como la que hemos descrito.

Antes de terminar quiero aclarar que no estoy hablando de una sociedad igualitaria sino de igualdad de oportunidades, en la que por el mero echo de pertenecer a ella, cualquiera de sus miembros (sea económicamente fuerte o con pocas posibilidades económicas) tenga las mismas opciones de desarrollar el recorrido vital que su inteligencia y esfuerzo le permitan; siempre como un derecho y con el máximo respeto. En definitiva que la potencia económica familiar nunca sea un lastre en el desarrollo de las personas.

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