Las capacidades

Después del tiempo que ha pasado desde el comienzo de la pandemia, viendo la evolución de las condiciones de vida que ha generado en la sociedad, la gestión de los responsables políticos y la trasmisión en directo que han hecho los medios de comunicación, creo que ha llegado el momento de hacer una reflexión sobre como todo ello va a repercutir, a futuro, en un porcentaje alto de las personas a las que nos ha tocado vivirla. Por supuesto que dicha reflexión debe ser sobre la sociedad en la que nos encontramos inmersos (la española) ya que su forma de vida, mucho más extrovertida que la de los países del norte de Europa, hace que las limitaciones de contacto interpersonal del momento actual afecte mucho más a las personas.

Hay una frase de CICERÓN (vamos de hace cuatro días) en la que dice “Permanecen las capacidades en las personas mayores si permanecen el interés y la ocupación, y no sólo en las ilustres sino también en las de vida sencilla y sosegada”. En estos momentos, justificado o no, a una parte muy importante de la sociedad en que vivimos le ha desaparecido uno de los dos factores esenciales para que se cumpla la afirmación: LA OCUPACIÓN. Si a ello añadimos que con el aislamiento se rompe la forma de vida a la que estamos acostumbrados es fácil de comprender que el INTERÉS por evolucionar, ser críticos y pensar por nosotros mismos vaya disminuyendo en proporción al aumento del tiempo que dedicamos a estar delante de las pantallas “tragándonos” toda la manipulación informativa que a los poderosos, sea política o económicamente, les interesa inyectarnos en cada momento en aras de su propio beneficio.

No olvidéis nunca algo que yo no he oído decir a nadie pero que cada vez veo más claro: cuando todo esto termine nos habrán “caído encima unos cuantos años de más”, y no cronológicamente sino que habremos envejecido en el verdadero sentido del verbo envejecer (pérdida de capacidades para desarrollar una vida autónoma y de calidad). Si nos dejamos llevar por la inacción nuestra mente, en breve tiempo, habrá perdido una gran parte de su capacidad de análisis y crítica y a nuestro cuerpo le pasará lo mismo, cada vez estará menos dispuesto al esfuerzo que significa el hacer ejercicio sustituyéndolo por la comodidad de un sofá y un aumento de las horas de sueño. Y esto que estoy contando no es una entelequia, yo lo he visto claramente en un gran amigo de 84 años que al comenzar de la pandemia, a pesar de sus pequeñas lagunas mentales, se daba todos los días un paseo de varios kilómetros hasta las afueras de Vitoria totalmente autónomo y, después del primer confinamiento, ya no podías dejarlo a cien metros de su casa porque era incapaz de encontrarla; lo que significaba para su mente los estímulos con los que se encontraba y le hacían recordar y pensar había desaparecido y la evolución hacia la atrofia de las sinapsis neuronales se había acelerado. Nunca lo olvidéis, haced trabajar a la mente y al cuerpo (aunque eso os suponga un esfuerzo) y vuestra salud mejorará y la CAPACIDAD del uso de vuestra mente se mantendrá haciendo que el envejecimiento sea más lento.

Hoy no quiero entrar en el análisis de la gestión de esta etapa por parte de los políticos y de la manipulación de los medios de comunicación con su retransmisión en directo pero si quiero hacer hincapié en dos cosas que yo creo que inciden manifiestamente en todo este proceso de pérdida de capacidades: 1-LA JUBILACIÓN Y 2-LAS RESIDENCIAS DE ANCIANOS.

  1. Entiendo que hay profesiones que, por las condiciones en las que se desarrollan de monotonía y dureza física, deben que tener un límite temporal porque, si no, terminan siendo una esclavitud hasta el final de la vida; pero hay otras que, a la llegada a la edad de la jubilación, la persona se encuentra en unas condiciones físicas y mentales magníficas y disfruta desempeñándolas, ¿por qué entonces hay que condenarlas a la inacción, con el daño que le va a significar, y perder la sociedad el caudal de experiencia que acumula?, ¿no tendrá mucho que ver con los intereses económicos y de control de los poderosos?
  2. En cuanto a las residencias de ancianos a mi me gustaría hacer una pequeña reflexión histórica. No hace tantos años (más o menos a mitad del siglo pasado) los ancianos, cuando perdían su autonomía, convivían con la familia y eran respetados y cuidados por todos (no olvidemos los consejos de ancianos de las tribus antiguas); posteriormente, con la llegada del trabajo a los dos miembros de la pareja, esto empezó a dificultarse y empezaron a aparecer las residencias en las que rápidamente las “águilas” de las finanzas vieron un nicho de beneficio y metieron en el “negocio” a los fondos de inversión que lo único que buscan es su propio beneficio importándoles muy poco la situación en la que se encuentren las personas residentes, que normalmente es denigrante. Todo esto lo pueden visualizar los hijos si ponen el mínimo interés con antelación a dejar a su progenitor allí y luego vigilar el cumplimiento posterior pero, ¿cuántos lo hacen realmente?, ¿cuántas denuncias de las malas condiciones de estos centros que hayan llevado a su cierre ha habido hasta hace un año?. Lo normal es la visita periódica en la que se le dan dos besos, se está un rato con ellos y hasta la próxima; después llega una situación como la actual y todo el mundo se rasga las vestiduras y sale en los medios de comunicación llorando amargamente por algo de lo que también, parcialmente, ellos son responsables.

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