Los ciudadanos

WINSTON CHURCHIL dijo, o por lo menos así se ha transmitido, que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Si entendemos la democracia, de una forma restrictiva, como la elección de los gobernantes en un plebiscito libre por parte de los ciudadanos, pues vale, vivimos en una democracia; pero si entendemos el término en un sentido más amplio (que es como creo que debe entenderse) donde las decisiones de gobierno tengan que ver con lo que piensan los ciudadanos y no con los intereses personales o partidarios, entonces la cosa cambia manifiestamente.

Los “ciudadanos de a pie” sabemos cómo piensan y actúan los políticos pero, éstos ¿conocen o se preocupan por conocer lo que realmente quieren los ciudadanos? O, de lo que realmente se trata es de manipularlos y que se queden satisfechos con recibir lo que a sus organizaciones les interesa en función de las necesidades electorales.

En una democracia del siglo XXI, el ciudadano debería ser capaz de tener un proyecto de sociedad, de transmitirlo, evaluar el comportamiento de los políticos y actuar en consecuencia, tanto a lo largo de la legislatura como a la hora de las elecciones y todo ello pensando en el beneficio del conjunto de la sociedad (su beneficio particular parte de ahí).

Hace años, en una de las tertulias abiertas con un responsable político, a la pregunta de si él conocía el pensamiento de los ciudadanos, me contestó que él también era un “ciudadano de a pie”, a lo que yo le repliqué que a nadie se le puede considerar como tal en lo relacionado con su actividad profesional; él puede serlo en todas las demás actividades de la vida menos en la política lo mismo que yo puedo serlo en todo menos en lo relacionado con la medicina. Esto no quiere decir que desconozca como piensa, siente y espera que se desarrolle su vida el ciudadano que cada X años vota y para lo cual debe convivir con él en su ambiente natural, con la mínima contaminación posible. Con esto no quiero insinuar que debamos recurrir a un movimiento totalmente asambleario (siempre fácilmente manipulable en cualquiera de los sentidos), sino que debemos establecer los cauces de comunicación adecuados para que las decisiones de gobierno no se desvíen de los deseos de los ciudadanos.

Llevo ya mucho tiempo considerando, en la práctica, a un país como a una empresa, salvando las distancias de que una empresa busca el beneficio económico y un país el social, y que, por tanto, los propietarios, o sea los ciudadanos, son los que tienen que marcar las metas hacia las que debe dirigirse y los gestores, o sea los políticos, son los que tienen que conseguir, con su actuación profesional y honesta, acercarse lo más posible a esas metas. El problema con el que nos enfrentamos es que lo que realmente ocurre es todo lo contrario. Ahora que el futbol tiene tanto auge voy a utilizarlo como ejemplo. Piensen lo que ocurre en un Club cuando fichan a un entrenador; las primeras declaraciones que hace es que viene con su proyecto (no que viene a desarrollar el proyecto del club) y que para ello necesita unos jugadores determinados que tienen que fichar y que cuestan un montón de dinero. Comienza la temporada y las cosas van horrible y para intentar evitar el desastre el entrenador tiene que irse (por supuesto cobrando todo el contrato y poco tiempo después poniéndose a trabajar en otro club), y el club tiene que contratar otro entrenador, al que los jugadores que pidió el primero ya no le sirven y también monta su propio proyecto; y el que paga todo esto es el club (los socios).

¿Les suena a algo ahora?. ¿Les parece una frivolidad el utilizarlo como ejemplo?. Este vicio de funcionamiento de la DEMOCRACIA permanecerá mientras los CIUDADANOS no digamos ¡BASTA!. Por eso he saludado con alegría la llegada de PODEMOS al panorama político dando la palabra al ciudadano. Eso no quiere decir, como he puesto de manifiesto anteriormente, que no tenga mis miedos derivados de la facilidad con que se puede manipular cualquier movimiento asambleario. Desde mi punto de vista el ideal estaría en un proyecto que aproveche lo mejor de las dos opciones pero con un alto grado de honestidad y responsabilidad; en definitiva escuchando al ciudadano en sus deseos y gestionándolo con la máxima efectividad.

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