Los lameculos

Hace unos días le hicieron una entrevista, en una cadena de Televisión al humorista Moncho Borrajo y me llamó manifiestamente la atención uno de sus comentarios: “en España cada político tiene detrás de si mismo un lameculos”. Yo comparto el concepto y su existencia pero no estoy totalmente de acuerdo en la dimensión manifestada por él, por lo que voy a intentar explicarlo a continuación.

Parece que ha sido una mínima ráfaga de viento pero ya han pasado 42 años desde la desaparición del dictador y que un grupo importante de personas (unas más visibles que otras con anterioridad) entendieran que era el momento crucial en el que podían participar en la consecución de un futuro para este país en el que todos sus ciudadanos disfrutaran de igualdad de derechos y de oportunidades.

Una gran parte de aquel grupo, en su mayoría procedente de la actividad profesional (sindicalistas, abogados, médicos etc.), rebajó manifiestamente sus expectativas económicas personales para intentar la utopía que les parecía tener al alcance de la mano. No sin esfuerzo consiguieron establecer los cimientos (quizás no tan sólidos como hubiéramos querido) de una sociedad más moderna, justa y socialmente avanzada.

Esa primera generación puso encima de la mesa (nunca mejor dicho), en reuniones interminables, toneladas de ilusión, conocimiento, tolerancia, respeto y solidaridad para desarrollar, en un momento difícil (con los sables amenazantes), unas normas de convivencia que han permitido a esta sociedad evolucionar y colocarse al nivel de las más avanzadas. En aquellos momentos en los que, durante años, tuve el honor de participar a un nivel organizativo alto os puedo asegurar que el expresar, cualquier persona del partido, lo que opinaba de cualquier tema no le convertía en un apestado ni significaba desaparecer por defenestración.

Con el paso de los años aquel grupo inicial fue desapareciendo, bien porque la edad los apartó, por la desilusión de la evolución que se iba produciendo o por la “puñalada trapera” de sus propios compañeros, y fueron siendo sustituidos por los cachorros que se habían criado al abrigo de los partidos desde la más tierna adolescencia, acostumbrados a no discrepar porque eso podía significar su defenestración y la pérdida inmediata del puesto de

trabajo garantizado (la mayoría no ha tenido trabajo fijo alguno aparte del partido).

En el momento actual todos los partidos (da igual de la vieja que de la nueva política) están controlados por una cúpula que maneja todos los resortes del poder y somete al resto a una dictadura férrea a través de su capacidad de inclusión en las múltiples listas electorales (Parlamento Europeo, Congreso, Senado, Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos) así como en la alta tasa de asesores y puestos de confianza. La entrada en política se realiza en la adolescencia y se interpreta como una carrera profesional que está supeditada a las decisiones e intereses de esa cúpula y no a tus conocimientos y brillantez (es más si detectan que eres brillante lo más probable es que te defenestren por miedo a que les quites su puesto). Si acatas “con los ojos cerrados” sus criterios y asumes sus “argumentarios”, renunciando a tus propios razonamientos, te conviertes en persona de confianza y se abre delante de ti un camino que te puede llevar algún día a ocupar su puesto. Por supuesto que hasta ese momento, si algún día llega, tendrás que ejercer de lameculos oficial. Esto significa que quienes tienen un nivel intelectual alto y una ética manifiesta, y no tragan el pasar por encima de ellos, desaparecen de la circulación dejando el camino expedito al resto.

Con una situación así ¿cómo no va a haber lameculos y mediocres en la política actual?. Personalmente creo que un porcentaje altísimo de los políticos en ejercicio ha pasado por la etapa de “lameculos” o está en ella; y si nos referimos a los de la última generación: TODOS. ¿Entendéis ahora por que digo que Moncho Borrajo se queda corto?.

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