A silbar; como los hijos de Honorio

Seguro que os preguntáis qué se puede sacar en limpio del extraño título de la reflexión de hoy. Honorio fue un vecino de la localidad de Alcañices, en el Aliste zamorano (posiblemente una de las regiones mas deprimidas de España), en los años de la guerra del 36 al 39 del pasado siglo; era padre de una familia numerosa y sus posibilidades económicas prácticamente nulas con lo cual la disponibilidad alimenticia diaria no estaba, en absoluto, asegurada. Cuando, al levantarse, los niños pedían el desayuno y la madre no podía dárselo, los mandaba a dar una vuelta, silbando, por la plaza del pueblo y así sucesivamente mientras no hubiera comida. Esta hábil e inevitable costumbre de la madre fue incorporada inmediatamente al vocabulario popular para situaciones en las que alguien pedía algo y no se lo querías dar.

Actualmente, cuando miramos u oímos los medios de comunicación, nos encontramos con una serie de datos que siempre van en la línea que le interesa a quien los aporta y que en ningún caso tienen que ver nada con la realidad que estamos viviendo.

Los actuales gobernantes nos venden la salida de la crisis, la creación de empleo, la disminución del paro, el incremento de cotizantes a la Seguridad Social; en definitiva, para ellos, estamos en la tierra prometida disfrutando de la “leche y miel” que Dios prometía a los judíos. La actual oposición pone de manifiesto la precariedad del empleo, tanto en seguridad (fijo) como en remuneración (salario), pero yo no he visto en ningún momento propuestas serias, coherentes y viables para que esta situación pase al limbo de los justos y entremos en una etapa en la que primen (de verdad) la igualdad de oportunidades, la justicia social y la solidaridad. En ningún momento he detectado (por parte de cualquiera) el más mínimo movimiento de acercamiento al dialogo para aportar ideas y llegar a conclusiones asumibles y positivas para el conjunto de la sociedad, no sólo para los poderosos. En ningún caso he oído ni visto la más mínima crítica hacia el abuso que significa el que las grandes empresas (bancos, eléctricas, gas, combustibles etc) hayan aumentado sus beneficios, en los últimos 6 meses entre el 50 y el 100% (equiparándose prácticamente al 2007), mientras el ciudadano de “a pié” continua con una pérdida de al menos el 30% con respecto a ese año. Siempre hablan de situaciones y soluciones totalmente teóricas y ficticias pero nunca “agarran el toro por los cuernos” ni se atreven a decir, a la cara, a los poderosos que ese abuso al que están sometiendo al resto de los ciudadanos no es ético y que van a luchar para conseguir evitarlo, a través de los mecanismos que el estado democrático les permita. Por supuesto que no lo hacen por miedo a perder los privilegios que esos poderosos les conceden por no hacerlo.

Si todo esto que está sucediendo, con las consiguientes manipulaciones, lo analizamos desde un punto de vista aséptico podemos llegar, sin esfuerzo, a la conclusión de que “el poder” está mandando al ciudadano de a pié A SILBAR procurando no molestar y si, mientras silba, le aprieta el hambre, que no se le ocurra buscar alivio en las basuras porque le multan y, además, si el cansancio le vence que no intente recuperarse en plena calle porque legislan para evitarlo.

Esta es la sociedad en la que vivimos actualmente, los poderosos imponen su poder y disfrutan de los privilegios que le aporta pero, al mismo tiempo, no dejan sobrevivir a los demás, manipulándolos para que los de estratos inferiores en poder a ellos se comporten exactamente igual con los que consideran inferiores y así sucesivamente. No hay nadie que no tenga poder para mandar “A SILBAR” a alguien y por ello es capaz de soportar él sufrir lo mismo.

Hemos llegado a un punto en el que la solidaridad prima por su ausencia y lo único que importa es el bienestar personal de cada uno; los demás se pueden ir a SILBAR HASTA LA INANICIÓN E INCLUSO LA MUERTE.

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