Reflexiones en vacaciones IV: El baño nudista

De verdad, ¿nunca os lo habéis planteado?; bañaros totalmente desnudos, da igual en qué momento y circunstancia pero desnudos. Puede ser en compañía o en la soledad, de día o de noche, donde cada uno se sienta más cómodo.

Para mí es como un ritual todos los años, cuando llegan las vacaciones, hacia las doce de la noche, antes de acostarme, el baño en la piscina de casa es inevitable para recuperar una temperatura corporal que me permita descansar durante la noche. Poco a poco ese hábito nacido para el confort nocturno ha ido evolucionando y, dentro del agua, sintiéndola en contacto directo con todo mi cuerpo, en el silencio y la semioscuridad de la noche, viendo las estrellas (habitualmente en las ciudades no se ven por el exceso de luz) y, cuando hay luna llena, iluminado por ella te encuentras bien, te das cuenta que, aunque en una cantidad mínima, formas parte de la inmensidad maravillosa que es el Universo; percibes que, en esa inmensidad, no eres nada y, a la vez, que sin ti no sería lo mismo y que cualquier acción positiva tuya, desde esa miniatura que eres, puede desencadenar una sucesión de acontecimientos que haga cambiar el futuro (efecto mariposa). Esos diez minutos sin aparente importancia consiguen que el descanso posterior sea más equilibrado y hace inevitable repetirlo en días sucesivos.

Hasta ahora hemos hablado del nudismo físico pero yo creo que existe otro todavía más importante para la persona aunque más difícil de llevar a cabo y que, aunque parezca imposible, puede practicarse en todos los momentos de nuestra vida, sea ante una multitud o ante uno mismo: el nudismo mental, el ser transparente, el manifestarnos tal como somos y pensamos en nuestra relación con los demás y con nosotros mismos; este tipo de nudismo es mucho menos frecuente que lo que a todos nos gustaría.

En nuestra vida de todos los días, en nuestra relación con los demás e, incluso, con nosotros mismos, nos envolvemos en tal cantidad de vestimenta que no tiene nada que ver con lo que realmente somos que nos convertimos en irreconocibles y, lo que es peor, buscamos justificaciones para convencernos a nosotros mismos y a los demás de que están ante una persona totalmente distinta a la real. Lo más grave de esta actuación está en que toda la parafernalia se realiza en la creencia de que es beneficiosa para uno mismo, porque la persona transparente es más vulnerable puesto que los demás la conocen y saben por donde atacarla: en definitiva es la institucionalización del engaño.

Yo creo que si somos capaces de ir por la vida “desnudos”, manifestándonos tal cual somos pero con criterios sólidos, mirando a la gente a la cara (con una mirada limpia), defendiendo nuestra posición pero admitiendo los razonamientos de los demás y asumiendo las conclusiones del debate, estamos haciendo la mayor aportación posible a la humanidad: NO TENGAMOS MIEDO A DESNUDARNOS.

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