El Elemento

Hace años en mi consulta, hablando de los hijos, le pregunté a una paciente que quería ella que fueran los suyos de mayores; su respuesta fue contundente: FELICES.

Durante mucho tiempo le di vueltas a la respuesta, preguntándome que deben hacer los padres para cimentar esa futura felicidad, y en mi mente surgían múltiples ideas: no generarles traumas, ser coherentes entre lo que se les transmite y lo que practicas, inculcarles el respeto, la tolerancia, la capacidad de convivencia, en definitiva la ética; por muchas vueltas que le diera siempre me quedaba con una sensación de conseguir algo bueno pero no redondo.

Años más tarde descubrí un libro que me aclaró el tema y terminó con mis dudas: EL ELEMENTO. Yo aconsejaría que lo leyeran no las personas mayores (que también) sino los jóvenes futuros padres que van a tener la responsabilidad de educar a sus hijos y poner las bases a la sociedad del futuro. Su autor es el escritor inglés SIR KEN ROBINSON y parte de la base de que cuando una persona consigue llegar allí donde confluyen las cosas que le encanta hacer y las que se le dan bien se encuentra en su ELEMENTO.

Hay una historia en la que una maestra estaba en clase de dibujo con niños de 6 años. Una niña, que al resto de las cosas no prestaba atención, en la clase de dibujo estuvo durante todo el tiempo ensimismada dibujando sobre el papel. Al final le preguntó que estaba dibujando y la niña, sin levantar la vista, le contestó: “Estoy dibujando a Dios” a lo que la maestra contestó: “Pero nadie sabe qué aspecto tiene Dios”. La niña respondió “Lo sabrán enseguida”. Esto es indicativo de la imaginación que existe en los niños y su confianza en ella, confianza que disminuye a medida que crecemos. Si preguntamos en primaria a ver quienes tienen imaginación todos levantarán la mano, pero si lo hacemos entre los universitarios la mayoría no lo hace.

Todos nacemos con, al menos, un talento oculto; la misión de los educadores, tanto padres como profesores, es descubrirlo, encauzarlo y potenciarlo independientemente de los tabúes y prejuicios sociales que nos encontremos por el camino.

La única forma, que yo conozco, de conseguir esa meta de desarrollo y por tanto, la felicidad es llegar a una sociedad en la que se destierren los prejuicios, se olvide el adoctrinamiento ideológico, se diseñe un sistema educativo válido para todo tipo de pensamiento por que se enseñe en libertad, respetuoso con las personas (pero de verdad) sea cual sea su sexo, ideología, religión o estatus económico; una sociedad donde la igualdad de oportunidades sea realmente eso, que todos tengan las mismas posibilidades de llegar a la meta que se marquen y que el único límite sea su capacidad intelectual y sus ganas; una sociedad en la que el orden de prioridades sea establecido en función del bien social y no de los intereses económicos y de poder de unos pocos; una sociedad en la que todos sus miembros tengan los mismos derechos básicos (pero de verdad) y que los premios y castigos se repartan en función de los méritos adquiridos con el esfuerzo y el conocimiento y no en base a la capacidad económica y el poder. En definitiva una sociedad donde la justicia social, el respeto y la solidaridad sean los ejes en los que se sustente.

Ya se que, como otras veces, estoy describiendo una UTOPIA pero si empezamos a pensarlo y echamos a andar hacia ella las siguientes generaciones tendrán la posibilidad de acercarse aunque sólo sea un poquito. Si nosotros renunciamos ahora les quitaremos esa posibilidad y creo que eso sería tremendamente injusto.

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