El futuro

Esta semana, al leer un periódico mientras desayunaba, me he encontrado con una entrevista, a una psicóloga, que ha despertado mi instinto de escribir: le preguntaban por el juego “online” (entendido como apuesta económica) y ella lo situaba al nivel de cualquier otra drogodependencia. A pesar de todo no me encontré con ninguna manifestación sobre la conveniencia de control, por parte de la administración, de la publicidad que organizaciones de apuestas hacen a través de deportistas profesionales referentes para los jóvenes. Todo esto es el presente, pero a mi me llevó a pensar ¿qué futuro les espera a las siguientes generaciones?, ¿tiene esto que ver con el afán de aparcar, cuanto antes, como inútiles a las personas mayores?, ¿por qué se tira a la basura el caudal de conocimientos y experiencia que tienen dichas personas?, ¿no será precisamente eso (tener personas sin formación y fácilmente manipulables) lo que se busca?.

Es en los últimos tiempos, quizás derivado de las protestas de los pensionistas o quizás por experiencias vividas, cuando empezamos a ser conscientes de cómo la “sociedad” está trazando una raya roja en el suelo que marca la edad a la que hay prescindir de las personas, justificándolo con frases como “dedícate a hacer cosas acordes con tu edad”; la capacidad, física y mental, de la persona es lo de menos; las posibilidades de hacer y transmitir no importan; el costo que ha pagado la sociedad en su formación ya está ¿amortizado?. Lo único importante es quitarlo del escenario y sustituirlo por una generación más manipulable y esclava de las normas y leyes que se le trasmitan a través del ciberespacio; a mayor juventud mayor adicción a todo lo que signifique internet, redes sociales, etc y mayor posibilidad de ser manipulado.

Es espectáculo ya bien conocido el de múltiples jóvenes, a escasa distancia entre ellos, sin mirarse ni decirse una palabra, que están pendientes únicamente de la pantalla de su teléfono y tecleando a toda velocidad para “comunicarse” con personas a las que no ven y, en muchos casos, ni siquiera conocen; y no es raro encontrarnos con un ciclista, circulando por la acera, manipulando el móvil (suelto de manos) con el riesgo que ello puede suponer, tanto para él como para el resto de peatones. Han conseguido que la inmediatez sea más importante que cualquier otra cosa en su vida y que el hablar mirándose a la cara prácticamente haya desaparecido para ellos.

Todo esto es hasta la actualidad pero ”demos un paso más” y proyectemos nuestra mente hacia el futuro (no más allá de 50 años); ¿qué estará ocurriendo allí?, ¿sería un error pensar que el móvil ha desaparecido?, ¿cuál habrá sido la evolución? Al ritmo que llevamos yo no tengo duda de que el teléfono móvil por supuesto que habrá desaparecido y eso habrá ocurrido como consecuencia de la implantación de “microchips” cerebrales con los cuales el control y la manipulación será mucho mayor. ¿Que eso es imposible? Acordaros del principio de los noventa, cuando estaban empezando los teléfonos móviles (había que llevarlos en maleta y sólo servían para hablar). ¿Alguno de nosotros nos imaginábamos que 25 años más tarde nos íbamos a encontrar donde estamos? Yo estoy dándole un periodo de tiempo doble.

No duden de que los tiros van por ahí aunque nosotros, en este caso, no lleguemos a verlo. ¿Es esa la sociedad que queremos legar a nuestros descendientes?, ¿qué podemos hacer para evitarlo? En primer lugar concienciarnos de que es posible y luego luchar, no para frenar la evolución sino para conseguir que sea positiva para las personas y no dañina. Pero ¿contra quien hay que luchar?; contra los poderosos económicamente que no dudarán en utilizarla para llenarse los bolsillos mucho más de lo que los tienen actualmente. No lo duden LA AVARICIA DE UN GRUPO DE IMPRESENTABLES PUEDE CONVERTIR EN ROBOTS AL RESTO DE LA HUMANIDAD. Ese es el futuro que nos espera si no somos capaces de unirnos y luchar para evitarlo.

Perdón por joderos el día pero, a veces, es importante (yo diría imprescindible) que alguien nos despierte aunque sea de un sopapo.

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