Reflexiones en vacaciones IX: la tranquilidad

A lo largo de los últimos siete años hemos reflexionado sobre las vacaciones desde la siesta, los amigos, el respeto, la tecnología y la familia; hoy lo vamos a hacer sobre un tema nuevo y su influencia en nosotros: la tranquilidad.

Por supuesto que, durante los últimos días, hemos tenido con nosotros a los tres ocupas estacionales y por supuesto que su evolución en este año sin verlos hace parecer ridículo lo escrito el año pasado; ayer se fueron, al igual que sus tíos, y nos hemos quedado solos Clemen y yo. Como ya habréis supuesto durante todo este tiempo he continuado con mis baños nocturnos, pero hasta la tranquilidad y el silencio de ayer por la noche no he sido capaz de volver a ver la belleza de la noche, con una luna llena que iluminaba magníficamente la piscina, y sentir la necesidad de reflexionar sobre las cosas que nos están ocurriendo en los últimos y difíciles tiempos. Voy a intentar poner encima de la mesa, desde esta tranquilidad, mi forma de ver los dos temas que más ruido están haciendo en los últimos días, dejando aparcado el tratamiento directo de la pandemia: el nivel y las actitudes de los políticos actuales y la situación en la que se encuentra el anterior rey Juan Carlos.

En primer lugar quiero dejar claro que en el momento actual, desde mi punto de vista, ambos temas se superponen; también me gustaría reiterar, algo que he repetido cantidad de veces, el nivel intelectual, la formación académica y el grado de responsabilidad de las personas que pilotaron el paso de la dictadura a democracia y su posterior desarrollo inicial. Todas ellas eran personas sobradamente formadas y con abundante tiempo de ejercicio profesional que, llegado el momento histórico, no dudaron en involucrarse a tope aunque eso les pudiera suponer una pérdida económica y profesional importante: a pesar de sus diferencias ideológicas fueron capaces de sentarse para hablar y, en los temas fundamentales, llegar a acuerdos que nos han llevado a un nivel democrático similar al de cualquier sociedad avanzada del mundo. Ellos fueron los verdaderos responsables de toda la evolución que hemos vivido en los últimos 45 años en este país.

Empecemos por el primer tema y dejemos claro ya que su nivel de formación académica y su experiencia profesional no llega a la suela de los zapatos de sus predecesores; se han afiliado a sus partidos casi en la adolescencia y su máximo interés nunca ha sido adquirir una formación que, a futuro, les aporte nivel y una capacidad de toma de decisiones importante, sino trepar lo mas rápidamente posible en la estructura del partido, siempre pensando en ellos mismos. Se rodean de asesores de todo tipo y actúan en función de lo que éstos les aconsejan para mejorar la imagen que puedan percibir los ciudadanos y que éstos les voten que, al final, es lo que importa. Al contrario que sus predecesores, cuando se presenta un tema complejo en el que hay que tomar decisiones importantes, si no están en el poder en el momento fundamental para la solución del problema, se inhiben y esperan el posible error del contrario para arremeter a saco contra su supuesta falta de capacidad; nunca, desde la oposición, están dispuestos a aportar sus soluciones y sentarse para hablar con el interés común de la sociedad como prioridad; siempre el culpable es el que está en el poder y, olvidándose de la sociedad que les ha elegido, sus actitudes siempre son tendentes a su propio beneficio a través del partido en el que militan.

En cuanto al anterior rey Juan Carlos quiero dejar claro que el debate monarquía-república no es el motivo de esta reflexión; sólo quiero aportar mi visión de  observador crítico, a lo largo de toda su trayectoria en el cargo, que difiere manifiestamente de la versión oficial de todos los responsables, institucionales o no, que en estos momentos defienden la existencia de la Monarquía, incluso no siendo monárquicos. Desde mi punto de vista llegó a la Jefatura del Estado porque Franco lo utilizó para intentar maquillar la dictadura y aglutinar en torno a él a todos los que iban detentar el poder a su muerte; si esto no hubiera ocurrido así, Juan Carlos, habría terminado en el exilio como su abuelo y su padre, sin reinar nunca. En definitiva su llegada no deriva de los méritos y esfuerzo propio si no de una utilización ajena. 

En cuanto a sus funciones institucionales son meramente representativas sin ningún tipo de capacidad ejecutiva tal cual regulan los artículos del 56 al 65 de la Constitución (aunque su firma aparezca en las leyes, decretos y cualquier tipo de mecanismo efectivo para el gobierno del estado son responsabilidad del Parlamento o del Consejo de Ministros). A pesar de esto hay, al menos, dos momentos de su trayectoria en los cuales su actuación fue fundamental en la evolución futura de este país: 1- cuando, de un trío que le presentaron, eligió a Adolfo Suarez para la Presidencia del Gobierno y este pilotó, de una forma impecable, toda la transición. 2- cuando, en el golpe de estado de Tejero, hizo el discurso en televisión imponiendo su autoridad sobre el ejército. ¿Es suficiente esto para afirmar que ha traído la democracia a España? Imagino que habrá opiniones en los dos sentidos pero yo creo que, a pesar de su importancia, la verdadera responsabilidad de ese hecho hay que adjudicársela a aquella maravillosa generación de políticos que fueron capaces de hablar.

En cuanto a su comportamiento personal, con sus relaciones amorosas y presuntos casos de corrupción, son actitudes inadmisibles en una persona de tan alta representación y hacen palidecer todo lo positivo. La pregunta importante, en este momento, es ¿debe ser juzgado si las pruebas de la corrupción así lo indican? Por supuesto, como cualquier ciudadano español, ateniéndose al artículo de la Constitución que dice “Todos los españoles somos iguales ante la ley” y no vale apelar a la inviolabilidad que bien entendida sólo debe afectar a sus responsabilidades institucionales igual que al resto de los representantes públicos democráticamente elegidos. En este caso son actuaciones personales que no deben estar cubiertas por dicha inviolabilidad.

 

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