Y, de nuevo, el Emérito

“Con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero, y mi palabra es la ley; no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”.

Hace casi 2 años que Juan Carlos I se fue a vivir a Abu Dhabi derivado del conocimiento de los chanchullos económicos que practicó a lo largo de toda su trayectoria al frente de la monarquía. Durante todo este tiempo,  la información sobre su actividad ha sido mínima hasta que, hace menos de un mes, decidió, con la aquiescencia del Gobierno y la Casa Real, venir unos días a las regatas de Sanxenxo.

Su comportamiento durante estos días y la prepotencia de sus manifestaciones me ha recordado la letra de la canción “El Rey” y me ha hecho pensar que, si José Alfredo Jiménez estuviera vivo, entraría dentro de lo posible que lo hubieran llamado para estar con él y cantarle diariamente varias veces el estribillo de dicho éxito hasta convertirlo en su forma habitual de actuar.

Lo que parece que no le cantó, al menos tantas veces, fue la siguiente estrofa: “Una piedra del camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar; después me dijo un arriero que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar”. Ésta sí que habría sido verdaderamente importante asumida como actitud ante la vida, no sólo en las personas normales sino, sobre todo, en las que, como él, deben servir de ejemplo para toda la ciudadanía.

Después de ver el tratamiento informativo de estos últimos días, con las manifestaciones de una gran parte  de los responsables de algunos partidos políticos y el silencio de otros, a mí “se me cae el alma a los pies”.

La manipulación que han puesto de manifiesto ha sido sangrante: desde pretender que se le pida perdón por el trato recibido, hasta manipular la historia diciendo que Juan Carlos I trajo la democracia a España. 

En cuanto a la petición de perdón por el trato recibido me parece cuando menos insultante puesto que esa petición debería haber sido hecha por él a toda la ciudadanía que le concedió su confianza y se la saltó ”a la torera” a lo largo de todo su reinado. Alguien al que colocan en lo alto de un pedestal sin capacidad decisoria alguna y con la única función de servir de ejemplo a los ciudadanos debe ser ejemplar en sus comportamientos personales. Los hechos han demostrado, aunque no lo hayan podido ratificar los tribunales por su inviolabilidad, que tal ejemplaridad no ha existido por lo que ¿por qué hay que pedirle perdón? Para hacerlo aún más denigrante, cuando la prensa le ha preguntado si iba a dar alguna explicación su contestación ha sido escueta: “¿por qué?”

De la frase “trajo a España la democracia” ya manifesté y justifiqué claramente mi opinión en un artículo, del mismo título, publicado en este blog en Marzo de 2021. 

Por último, aunque en aquellos momentos difíciles me pareció razonable la inviolabilidad para intentar evitar una marcha atrás creo que, en el momento actual y en base a la experiencia, debería desaparecer al igual que el aforamiento de los parlamentarios, por cierto prácticamente inexistente en el resto de los países europeos.

Llegados a este punto surge la pregunta del millón: a la vista de todos los acontecimientos de los últimos años, ¿por qué el gobierno y el rey  Felipe VI no han pedido al Parlamento la desaparición de estos privilegios?, ¿nos atrevemos a preguntarnos si la decisión puede ser para poder utilizarlos en el momento que estimen oportuno y que no se les puedan exigir responsabilidades al igual que al Emérito? Y, si esta pregunta tiene una contestación afirmativa, ¿merecen permanecer ni un segundo más  en el puesto que ocupan?

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